Literatura

El poder ¿Para qué?


Por: Alexander Cardona

Algunos realidades que ha experimentado nuestro país como: la yidis política, la parapolítica, los falsos positivos, la reelección, la corrupción, constituyen indicios y evidencias de que en esta administración ese tipo de asuntos no están del todo bien, que le han pasado la cuenta de cobro y truncado el anhelo a Uribe de ser por cuatro años más el presidente de ésta República. La discusión de Uribe con Chaves en Cancún, el decreto de emergencia y el deseo de reformar el sistema de salud, la recaptura de Mario Uribe, los 85 congresistas investigados por recusación, agroingreso seguro -irónico hasta el nombre- no fueron buenas jugadas, en esta semana y en las anteriores, en el inicio de este 2010 , y tal vez fueron pensadas como lances políticas, más bien fueron un intento fallido y les salió el tiro por la culata, pues, se dieron en un momento inapropiado, por la coyuntura en la cual está el país, es decir, un ambiente político en campaña, polarizado, electoral, y clientelista.
En febrero del 2010 la corte suprema de justicia, en rueda de prensa, presenta el comunicado de inexequible el proyecto de ley para una tercera reelección, por ser inconstitucional, por exceder los topes en la financiación, entre otras cosas y porque es reeleccionista, ya que buscaba cambiar la constitución, por un propósito poco demócrata. Y si alguien tiene que pagar, por este descuido debería ser Cossio, quien le quedó grande el encargo de Uribe.
Pero fundados en el criterio de justicia, es decir, en darle a cada quien lo suyo, y no el objetividad o neutralidad que ya ha sido traspasado por obvias razones. No voy a referirme ni a su política de seguridad, ni su política migratoria, y la desmovilización de los paramilitares más grande en la historia de este país, ni a sus cuestionados ministros, como Diego Palacios y embajadores como Sabas Pretel, ni mucho menos a la parapolítica, su postura ambigua de cara al aborto, sus buenas relaciones con el poder judicial. o de sus doctorados honoris causa, simplemente decir que este Señor presidente estableció un punto de referencia muy alto para el nuevo presidente que llegué, será un lastre, o el parámetro para medir las decisiones políticas, capacidad de trabajo, popularidad, y hasta el progreso de la misma nación.
Lo cierto es que en agosto del año en curso el presidente Uribe termina su mandato, opacado no por la incompetencia, la negligencia, ignorancia, sino por todo lo contrario por exceso, ganas de perpetuarse en el poder, por cometer delitos para lograr ese objetivo, ser arbitrario, ambiguo, buen administrador, sagaz, perspicaz, entre otras cosas a las cuales no haré alusión sin el ánimo de ser apologeta, y además por ser consecuente , con mi pensamiento pues estos años fui un crítico agudo y mordaz, de ese gobierno. No más Uribe en la presidencia se termina en 100 días, un ciclo de uno de los hombres más capaces que ha tenido este país, pero también un ser humano que oscureció su legado gracias a su dilema del alma por un tercer mandato, lo cual lo desconfiguró casi dos años.
El poder, por el poder mismo, para maltratar, querer perpetuarse, transgredir a los demás o humillarlos es un contrasentido, el poder es un solo un estado transitorio, que ha de estar en función del bien común, la solidaridad y la subsidariedad, y la destinación universal de los bienes en pos de los más pobres, de los que sufren y padecen porque no logran cubrir ni sus necesidades elementales, así como en el bienestar de la tierra que tanto lo requiere.

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